Hago una diferencia probablemente bastante artificial, aunque creo que también bastante eficaz, entre el poder y la política o, en términos de Negri, entre el poder y la potencia. El poder se define, en términos de Foucault, de una manera muy simple cuando dice que “el poder es la acción sobre la acción del otro”. Esta definición implica que el poder siempre es segundo y se aplica en una forma de gestionar la acción de los otros que canaliza u obliga, aun-que también necesita de la libertad de los hombres para poderse aplicar y, además, limitar esa libertad. El poder no produce nada por sí mismo, es solamente una aplicación. Si nosotros respondemos al poder en términos de poder, hacemos el contrapoder, es decir, inventamos la alteridad del poder, que sigue siendo un poder, y necesitamos introducir algo que rompa con esa asimetría. La resistencia y el poder no son la misma cosa porque la resistencia es capaz de hacer algo que el poder no puede y no sabe hacer. La resistencia crea subjetividad, nuevas formas de vida, un nuevo ser o una nueva existencia, nuevas formas de vivir, de hablar, de intercambiar y de amar, de producir valor; es una cosa bastante material e inmanente.
En el vocabulario clásico de la filosofía,el producir un ser nuevo se llama ontología y la ontología es el discurso filosófico de la producción del ser, no es una cosa metafísica o trascendente. La mistificación del poder masculino se ha basado en hacernos creer que la ontología o estaba en las manos de la creación divina y no involucraba a las mujeres o estaba en el vientre de la mujer, en su capacidad generativa, y que la única forma de crear nueva vida era haciendo hijos. Es cierto que es una forma de crear vida, pero hay otras formas, como el hacer comunidad, luchar juntos, inventar formas de solidaridad y modificar la relación con el otro; todo eso es producir vida, todo eso es la ontología.
Entonces devenir mujer de la política es una otra relación de la política en la que la mujer no quiere el poder, no quiere el Palacio de Invierno; eso no le interesa. Lo que quiere es la palabra, quiere el espacio, quiere lo común con los demás, que no son mujeres. Un común capaz de hacer produciendo nuevas formas de vida sería una ontología de la diferencia infinita, una diferencia multitudinaria, una ontología dela multitud
Judith Revel, Biopoder e devenir mujer de la política, La Paz, 8 de Agosto de 2007
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