Lo específico de este caso es que ha puesto el foco en el origen supuesto de los agresores. Norteafricanos. Extranjeros. Incluso hay medios que apuntan a que eran refugiados, así, directamente. Bajemos las copas,
pues, porque el acento puesto en esa particularidad es extremadamente preocupante. Y es una trampa. Europa no se ha vuelto feminista con el Año Nuevo, sino que sigue siendo tan racista como siempre. Porque lo que tienen en común las agresiones sexuales en espacios de fiesta, todas, las que suceden en Colonia, en Cairo o en Barcelona, no es el origen o el color de los agresores, sino la construcción que les permite pensar a estos hombres que la agresión puede formar parte de su sexualidad. Los agresores no son blancos negros, cristianos o musulmanes: son hombres construidos en la masculinidad hegemónica. Sin más. Ni menos
pues, porque el acento puesto en esa particularidad es extremadamente preocupante. Y es una trampa. Europa no se ha vuelto feminista con el Año Nuevo, sino que sigue siendo tan racista como siempre. Porque lo que tienen en común las agresiones sexuales en espacios de fiesta, todas, las que suceden en Colonia, en Cairo o en Barcelona, no es el origen o el color de los agresores, sino la construcción que les permite pensar a estos hombres que la agresión puede formar parte de su sexualidad. Los agresores no son blancos negros, cristianos o musulmanes: son hombres construidos en la masculinidad hegemónica. Sin más. Ni menos
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El racismo y la xenofobia que quiere encender la caverna apunta y criminaliza a toda una franja de población, también mujeres, hombres homosexuales, personas trans y de hombres que reniegan de esas construcciones hegemónicas, un sinfín de identidades que son nuestras aliadas, y que sufren en su día a día la violencia de la masculinidad guerrera, de la masculinidad violenta, del macho conquistador. Desviar la atención de las agresiones sexuales hacia el color, el origen, la clase o la religión del agresor solo hace obviar la cruda realidad: que las agresiones sexuales son sistémicas, y es el sistema el que hay que cambiar. Por entero. Y eso a la caverna ya no le hace tanta gracia.
Racismo y género
Tan inútil será el feminismo que no atienda a opresión de raza, como una lucha antirracista que no atienda al género. Precisamente porque se está utilizando el género para alimentar el racismo, y el racismo para alimentar el machismo más casposo. Porque son parte del mismo desastre, necesitamos alianzas urgentes para parar esto con todos los brazos, todos los gritos y todos los cuerpos posibles. Para que denunciar las violaciones no se utilice para construir racismo, para que podamos denunciar siempre, para que siempre salga en los periódicos, para que siempre los alcaldes y las alcaldesas tomen medidas de urgencia. Para que esas medidas apunten a donde tienen que apuntar: ni la clase, ni la raza, ni el origen. Sino a la construcción de la masculinidad guerrera, conquistadora y violadora".
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